Nuestro hermano de caminada de teología juvenil Oscar Quinto nos envia esto!
De vuelta al horror?
De vuelta al horror?
Esto sería más adecuado para tratarlo con Andrés en el grupo de teología juvenil, pero quiero que conozcan mi preocupación, si hay tiempo, interés y espacio para ello:
Hay una situación en la que he estado pensando mucho y que para mi es motivo de gran tristeza:
A finales de los ochentas y principios de los noventas se desató una oleada de sangre en la ciudad que recayó sobre los jóvenes, de manera tal que a las seis de la tarde ya no se podía salir gracias a que decretaron toque de queda.
Todo es muy similar a lo que en esos momentos sucedía; bombas, reiterados operativos militares, recorte de los derechos civiles como el libre desplazamiento por el territorio, capturas "preventivas", batidas policiales, puestos de control móviles, combos, pillos, narcotráfico, plomo, sangre, dolor, miseria, hurtos, etc…
A finales de los ochentas y principios de los noventas se desató una oleada de sangre en la ciudad que recayó sobre los jóvenes, de manera tal que a las seis de la tarde ya no se podía salir gracias a que decretaron toque de queda.
Todo es muy similar a lo que en esos momentos sucedía; bombas, reiterados operativos militares, recorte de los derechos civiles como el libre desplazamiento por el territorio, capturas "preventivas", batidas policiales, puestos de control móviles, combos, pillos, narcotráfico, plomo, sangre, dolor, miseria, hurtos, etc…
Y todo por el rumor de que el narcotraficante y paramilitar alias “Don Mario” paga 2 millones de pesos a quien mate un policía.
En la época en mención, y a raíz de los sicarios que en efecto hacían éste trabajo, eliminaron dos generaciones de jóvenes como represalia de lo sucedido.
¿Será que esto es principio de dolores?... Ojala esto no pase de simples rumores porque sobreviví a una época muy macabra en un contexto durísimo y estoy cansado de tanta asquerosa violencia. Me da piedra salir por las calles de mi barrio a los acostumbrados paseos nocturnos y ver que a cada seis cuadras hay un retén de policía, y los perros lo miran a uno con un morbo impresionante, ahí es cuando comienza la violación de los derechos humanos, como los falsos positivos, o como en antaño: lo cascaban a uno: Mi hermano y yo nos ganamos más de una cascada porque no nos dejábamos pegar (aunque uno siempre perdía), a mi hermano lo llevaban para el calabozo y lo torturaron más de una vez y yo siempre quedaba chillando en cualquier cera, hasta que llegó el día en que lo mataron, no por buena gente, lo mataron porque el se volvió malo, y se volvió malo porque no soportó tanto abuso policial, y se puso en igualdad de condición con ciertos policías y las cosas ahora eran de tu a tu; no voy a negar que yo también hice mis cosas, pero ya me olvidé de eso.
En todo caso ruego a Dios que las cosas no sean sino simples rumores y que el motivo de mi preocupación sea fruto de los recuerdos amargos de cosas que una vez viví...